DEIA (Bilbao).- Comunidades agrícolas que se oponen a los planes de
las empresas mineras, organizaciones que sostienen que la falta de agua potable
es más gravosa para las mujeres que para los hombres, iniciativas que aplican
la perspectiva de género a los proyectos de desarrollo, experiencias de mujeres
que impulsan asociaciones agrarias... Todos estos casos sirvieron ayer de
ejemplo para ilustrar la importante aportación femenina al desarrollo
sostenible en sociedades donde aún queda mucho por hacer, como ocurre en
Centroamérica, y en otras, como Euskadi, donde el medio agrario debe dar más
voz a las mujeres.
El estudio de diversos proyectos de cooperación al desarrollo
desde la perspectiva de género y bajo el prisma de la defensa del medio
ambiente ha dado como resultado el conocimiento de interesantes experiencias en
México, El Salvador, Ecuador y Guatemala y su contraste con movimientos vascos
de reconocimiento del papel de las mujeres en el desarrollo de la comunidad y
el entorno. Durante dos días, las Jornadas sobre Estrategias Positivas de
Desarrollo han permitido reflexionar sobre la aportación femenina a esos
modelos de desarrollo sostenible que hacen posible un crecimiento más
igualitario.
Organizadas por la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo
y el Ayuntamiento de Bilbao, las jornadas contaron con la participación de
expertas internacionales y organizaciones referentes en la lucha de las mujeres
en varios países de América Latina y de Euskadi.
APOYO VASCO Paul Ortega, director de la Agencia Vasca de
Cooperación para el Desarrollo, señaló que además de ser "un lugar de
encuentro", las jornadas "también sirven de celebración del tipo de
políticas que se impulsan" desde Euskadi y "animan al sector social
de la cooperación". Oihane Agirregoitia, concejala-delegada del Área de
Igualdad del Ayuntamiento de Bilbao, recordó que estas jornadas se celebran
desde 2005 y buscan "compartir experiencias" que "nos ayuden
tanto a mejorar los procesos que tenemos aquí en marcha como a perfeccionar los
proyectos de cooperación internacional". Además, con el fin de explicar
las consecuencias que el actual modelo de desarrollo tiene sobre las mujeres, así
como la aplicación de la perspectiva de género a las políticas de crecimiento,
varias especialistas y mujeres que lideran movimientos latinoamericanos
aportaron ejemplos de iniciativas que vinculan feminismo y ecología.
Brenda Rodríguez Herrera, de la Red de género y Medio
ambiente de México, expuso el contenido de La Agenda Azul de las Mujeres, cuyo
objetivo es identificar las necesidades y problemas en el acceso y el uso del
agua por parte de las mujeres. Esta activista señaló la desigualdad que sufren
las mujeres con acceso limitado al agua tanto para su desarrollo personal como
el de su familia y comunidades e incidió en la necesidad de llevar a cabo un
conjunto de actividades para "ubicar el tema de género y recursos hídricos
en la agenda del desarrollo". Brenda Rodríguez comentó el proceso de
diagnóstico y de reuniones en diversas regiones de México para "conseguir
que las mujeres sean las protagonistas de la gestión del agua en términos de
equidad".
Natalia Atz Sunuc, coordinadora de la organización
guatemalteca Ceiba, explicó cómo la aportación mutua de estrategias y visiones
entre los movimientos feministas, indígenas y campesinos está promoviendo un
cambio social representado por un mayor respeto por la vida "en un sentido
amplio, incluyendo la biodiversidad, la vida de las personas, de las plantas y
de los animales". "En el movimiento indígena y campesino hay una
debilidad y es que luchamos por los derechos colectivos pero apostamos poco por
los derechos individuales. Sin embargo, el movimiento feminista le apostaba más
a los derechos individuales de las personas y las mujeres. Entonces vimos que
las dos agendas se complementaban y los movimientos se fortalecían unos a
otros. A partir de eso hemos hecho toda una agenda de lucha", añadió Natalia
Atz. Uno de los efectos de esa agenda es un proyecto político llamado del
"buen vivir".