La historia de la minería es una historia de apropiación de
tierras y desplazamiento de personas pertenecientes a los sectores económicos
más bajos de la sociedad, incluidas las mujeres. Se trata de un ejemplo perfecto
de cómo naciones y países dotados de abundante riqueza natural pueden,
paradójicamente, vivir en la pobreza y la opresión.
Aunque la minería tiene un efecto negativo sobre todos
quienes viven en las comunidades mineras en general, las mujeres llevan una
carga agregada debido al papel que desempeñan y a su estatuto secundario en la
mayoría de las sociedades.
Además de las graves consecuencias que las operaciones
mineras -en especial las de gran escala- tienen sobre el ambiente y la salud de
los residentes locales, existen otros efectos:
1. Apropiación de tierras de indígenas, que provoca el
desplazamiento masivo de personas.
2. Desgaste significativo o destrucción de valores y
tradiciones vitales para el sostén de la solidaridad y unidad de las comunidades,
tribus, clanes y familias. Las grandes compañías mineras también privaron a las
mujeres de sociedades matrilineales (como las halladas en Bougainville,
Papúa-Nueva Guinea) de sus derechos a tierras ancestrales. La incidencia del
alcoholismo, la drogadicción, la prostitución, el juego, el incesto, la
infidelidad y el abandono de esposas está en crecimiento en muchas comunidades
mineras. Esto ha agravado la violencia doméstica contra la mujer, que cada vez
es considerada más como una mercancía.
3. Las economías de subsistencia, que han nutrido a
generaciones de indígenas, han sido debilitadas y reemplazadas por economías de
mercado, sobre las cuales los pueblos indígenas no tienen ningún control. Esto
ha provocado la marginación de la mujer como productora de alimentos en las
economías de subsistencia. Su papel tradicional como recolectora de alimentos y
de agua, proveedora de cuidados y criadora se ha visto muy afectado. Su carga
se ha multiplicado, lo cual es causa de más estrés y, en algunos casos, de enfermedades
mentales. La destrucción del ambiente también disminuyó la productividad de los
campos y contaminó la vida marina y terrestre, empujando a muchas mujeres a
ingresar en la economía informal para encontrar fuentes adicionales de
ingresos.
4. Las crecientes protestas y la resistencia popular contra
los propietarios de la mina y sus operadores, los desplazamientos y la
contaminación de tierras y aguas han conducido a una creciente militarización
de las áreas mineras. En algunos países se documentaron violaciones a los
derechos humanos en sus peores formas: desapariciones, detenciones arbitrarias,
torturas, bombardeos aéreos, violaciones, incendio de aldeas y cosechas, etc.
Muchas mujeres fueron violadas o sufrieron otros abusos sexuales por parte de
militares. La violencia del Estado contra las mujeres se utiliza para debilitar
la oposición de las comunidades al ingreso y a las operaciones destructivas de
compañías mineras, y también provoca la división de comunidades, tribus, clanes
y familias.
5. Existe un incremento de la migración desde zonas rurales
a mineras. En algunos casos, la migración de la población dominante hacia
tierras de pueblos ancestrales ha sido una política de Estado para dejar en
minoría a los indígenas. La migración ha creado muchos problemas de ajuste
debido a la mezcla de pueblos de distintas culturas y antecedentes. Una vez
más, se debilita la solidaridad entre familias, tribus y comunidades.
6. Creciente desempleo y subempleo. Es irónico que el
aumento en el número de empresas mineras que ingresan en nuestros países no
produzca un incremento de la tasa de empleo o del nivel de vida ni un
fortalecimiento de los derechos laborales. Esto se debe a la mecanización y
automatización, a la privatización de compañías mineras estatales y también al
método contractual de trabajo, que debilita a los sindicatos.
7. Las operaciones mineras en gran escala agravan la
desigualdad social porque, en la mayoría de los casos, los habitantes
originales de las zonas mineras no están siquiera empleados, y la mayoría de
los empleados son mineros, que son fácilmente sustituidos por máquinas. Cuando
se agotan los yacimientos de minerales, las comunidades locales se quedan con
tierras devastadas, algunas sin rehabilitación posible.
Así, las compañías mineras transnacionales y los grandes
accionistas se vuelven cada vez más ricos, mientras los pueblos afectados se
vuelven cada vez más pobres. En los países industrializados, los trabajadores
de las minas también pierden sus empleos y derechos laborales debido a las
competencia que enfrentan de trabajadores del Tercer Mundo.
Globalización
En general, es necesaria una lucha contra la globalización
desde abajo, desde donde podamos fortalecer nuestra solidaridad contra las
fuerzas e instituciones globales que nos privan de nuestros derechos básicos al
desarrollo humano y como mujeres, indígenas y naciones. No debemos permitir una
mayor concentración de riqueza y poder en las manos de empresas mineras
transnacionales, y sí reclamar el poder para nosotros, para poder controlar
nuestras tierras y recursos, y determinar el camino de desarrollo que debemos
escoger como comunidades, pueblos y naciones. También debemos entender mejor el
funcionamiento de la globalización y los vínculos de ésta con nuestra vida
cotidiana.
Con la creación de la Organización Mundial del Comercio
(OMC), la agenda de las transnacionales se facilitó aún más. La OMC es uno de
los productos finales de las negociaciones de la Ronda Uruguay del Acuerdo
General sobre Aranceles y Comercio (GATT). El GATT había sido creado en 1948
para regular solamente el comercio de mercancías, pero su sucesora, la OMC,
trata de asuntos no necesariamente vinculados con el comercio. Por ejemplo, el
acuerdo sobre TRIPs (derechos de propiedad intelectual relacionados con el
comercio, por sus siglas en inglés) garantiza protección a las tecnologías desarrolladas
en los países industrializados mediante patentes. Esto significa que las
empresas mineras del Tercer Mundo no pueden acceder a técnicas avanzadas de
minería a menos que paguen el precio y las regalías correspondientes al derecho
de patente. La tecnología protegida es la misma que causa desempleo y concentra
más la riqueza en las compañías transnacionales.
Desafíos y caminos
Los desafíos que tenemos por delante en vista de estas
nuevas caras de la globalización son enormes. Esto no significa que debamos
caer en la trampa de separar nuestra lucha como mujeres de la lucha de las
diferentes clases y sectores oprimidos en el mundo entero. Deberíamos trabajar
estrechamente con agricultores, indígenas, trabajadores, residentes urbanos
pobres, pescadores, ambientalistas, estudiantes, jóvenes y profesionales.
También tendríamos que integrarnos a movimientos populares locales y nacionales
que ejerzan presión sobre los gobiernos para que no cedan demasiado a las
transnacionales ni a la OMC.
Así mismo, deberíamos formar redes con movimientos
populares, ONGs y otros grupos progresistas en países industrializados. Ellos
mismos son víctimas de las empresas transnacionales y los gobiernos que optan
por reducir el presupuesto para bienestar social y crear desempleo como medida
antiinflacionaria. Deberíamos educar a la gente sobre lo que es la
globalización y sus implicaciones para todos nosotros, y, finalmente, dirigir
nuestra lucha contra las compañías mineras transnacionales como expresión de
nuestra protesta contra la globalización.
Las recomendaciones generales son las siguientes:
1. Difundir información en forma más amplia y sistemática, y
compartir experiencias sobre las diferentes formas y niveles de lucha en la
cuestión de la minería.
2. Realizar campañas de educación para aumentar la
conciencia de las comunidades sobre la reestructuración mundial de la industria
minera, la globalización en general y la relación de estos fenómenos con su
propia situación.
3. Construir alianzas con otros sectores marginados y
oprimidos de la sociedad.
4. Elaborar redes entre mujeres y comunidades afectadas por
las operaciones mineras.
5. Realizar campañas conjuntas sobre temas de preocupación
común y presionar a los gobiernos para que den prioridad a los intereses de la
mayoría de la población sobre los de las empresas mineras transnacionales.
6. Fortalecer alternativas viables a nivel local que puedan
ser llevadas a niveles regional y nacional.
Este texto, cuya autora es Victoria Tauli –Corpuz fue publicado en la Revista del Sur, No. 81 en
Julio de 1998. Por considerarlo de total actualidad lo reproducimos en nuestra
red. El artículo está basado en el documento
que fue elaborado al final de la Conferencia Internacional sobre la Mujer y la
Minería, realizada en Baguio City (Filipinas) en enero de 1997. Victoria
Tauli-Corpuz era directora de la Fundación Tebtebba (Centro Internacional de
Pueblos Indígenas para la Investigación Política y la Educación), con sede en
Filipinas.
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