27 de octubre de 2011

Rito: La energía de la niña *


Durante un taller trabajamos con las diferentes etapas en la vida de las mujeres: la niña/joven, la mujer adulta y la mujer mayor. Descubrimos como cada una de estas etapas no solamente es un momento cronológico en la vida de cada una, sino que hay energías y énfasis diferentes en cada etapa que están presentes en toda nuestra vida.

Siguiendo las tradiciones de diferentes culturas (y conscientes de las limitaciones de tales asociaciones arquetípicas), adoptamos y experimentamos con la atribución de un color a cada etapa de la vida: la etapa de la niña/joven se asocia con el blanco, el rojo aparece como el color de la mujer adulta, mientras que el negro se asocia a la mujer mayor.

Algunos elementos que pueden facilitar el contacto con la energía de la niña.

En el centro hay una fuente de agua, rodeada de pañuelos blancos; previamente se pidió a cada participante traer una foto de ella cuando niña. Sentadas en círculo, nos conectamos con el color blanco. Asociamos libremente: niña, sabana, novia, ropa intima, calma, Jesucristo, pureza, paz, liviano, armonía, bautismo, sacramento, fresco, desinfectado, espacio, represión, primavera, luz, inocencia, nieve, quietud, aburrimiento, neutralidad, nada –son algunas de las asociaciones que aparecen-.

Conversamos sobre las emociones que nos provocan y los estereotipos culturales presentes en estas asociaciones al blanco; y luego, en un ejercicio de concentración, cada una trata de quedarse con una palabra que representa, después de esta reflexión, lo más esencial del blanco; en pequeños grupos compartimos esta palabra tratando de llegar a una frase que describiera el blanco para nosotras. Las conclusiones de los grupos fueron: 

“en términos físicos, el blanco contiene todos los colores; el blanco sería el estado de equilibrio que permite contener en mí todas las posibilidades; blanco es la diversidad en sí misma; blanco es: enfoque, claridad, fuerza, concentración; blanco quiere decir, comprometido contigo misma” 

Pasamos a otro momento en el que buscamos entrar en contacto con la energía de la niña. En parejas nos paramos una enfrente de la otra; nos tomamos de las manos y nos miramos los ojos.

Se mantiene este contacto mientras una se agacha (así es chica, sostenida por la otra que la mira desde arriba); luego ellas se levantan y la otra se agacha.

Luego cada una toma su foto de niña y la mira, escuchando las siguientes preguntas: ¿qué necesita esta niña?, ¿qué le quiero decir? Volvemos al círculo, y una coloca la foto de la niña al centro y comparte, si lo desea, algo de este encuentro con la niña. En nuestro taller aparecieron las niñas tristes, se expresaron fuertes sentimientos de soledad, abandono y carencia, y entre medio apareció también la niña alegre, despreocupada, juguetona; surgió, entre muchas emociones, la necesidad de escuchar, acoger y hacerse cargo de esta niña, de esta parte de nosotras mismas.

Bendecimos la energía de la niña en nosotras. En círculo, una toma la fuente de agua, deja que la persona de al lado saque agua y diga: “bendigo en mí la energía de la niña”. Luego pasa la fuente hasta completar el ciclo.

Cerramos este momento con una danza: siempre en círculo, colocamos la mano derecha sobre el hombro izquierdo de la persona que está delante, y al ritmo del Canon de Pachebel, nos movemos, tres pasos adelante y uno atrás.

Yo soy pretenciosa
porque me gusta
mirarme al espejo
Me da vergüenza
que me vean cuando
me estoy mirando, mejor me
llevo un espejo chico y
me escondo a mirarme.
Pongo caras, me pongo pinches y
flores. Y me hablo.
Yo sé que tengo alguien
adentro que me contesta.


*El taller del cual sale este rito es Transgresoras, viajeras, soñadoras: Identidad femenina, espiritualidad y vida cotidiana. Fue realizado entre junio y agosto de 1997, en Santiago, por Verena Engler, Josefina Hurtado y Ute Seibert.

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