La intromisión de
proyectos extractivos afecta de manera significativa la forma de vida de la
mujer indígena, su realización y empoderamiento. Se genera un ambiente de
inseguridad y desconfianza que constituye para la mujer una transformación
radical en su vida.
Fotografía: Glenn Shepard |
Servindi.- Máxima
Acuña, Petronila Coa (1), las mujeres de Cañaris, las del Valle del Tambo y
muchas otras tienen una característica en común: son mujeres que luchan por la defensa
de su tierra y territorio.
Desde épocas ancestrales el papel de la mujer en las
comunidades indígenas es fundamental, ya que ella a través del trabajo en los
cultivos, el cuidado de los animales y la recolección de las semillas garantiza
la seguridad alimentaria de su familia y preserva los saberes ancestrales
comunitarios.
Las industrias extractivas, como la minería, están cada vez
más presentes en los territorios indígenas. Las mujeres suelen estar excluidas
de los beneficios económicos de la minería y son afectadas por muchos de los
impactos sociales y ambientales negativos (2).
“Los pueblos indígenas en el Perú han sufrido a lo largo de
los años las consecuencias devastadoras de
proyectos extractivos en sus territorios”, afirmó James
Anaya, relator especial de la ONU al concluir su visita al Perú en diciembre
del año 2013 (3).
Así, los proyectos extractivos afectan las actividades
propias de las comunidades y obligan a las mujeres a buscar otro medio de
sustentación familiar, a veces en las propias empresas, en labores mal
remuneradas sin seguridad social y laboral, y en otros casos la migración a la
ciudad.
Por otro lado, la llegada de las empresas extractivas
implica el ingreso masivo y descontrolado de productos culturales nuevos como
música, ropa, tecnología y lugares de entretenimiento, bares y discotecas.
Asimismo, la llegada de valores y antivalores urbanos, como la infidelidad y el
alcoholismo.
Los jóvenes, por naturaleza, son el sector más expuesto a la
modificación de pensamiento a través de estos elementos exógenos, lo que
ocasiona pérdida de identidad y tradiciones ancestrales. De esta manera, a
través de la modificación en la conducta de sus hijos, las mujeres se ven
afectadas a nivel familiar (4).
Por otro lado la militarización de estas zonas, la presencia
de trabajadores foráneos y la modificación de la satisfacción de necesidades
biológicas y de entretenimiento, ocasiona la aparición del comercio sexual y la
trata de personas, las jóvenes de la zona son vulnerables a ser víctimas de
mafias organizadas (5).
Un problema que suele presentarse es el descenso de la tasa
de escolaridad en las regiones, debido a que los niños son contratados como
mano de obra barata (6).
Las niñas asumen la responsabilidad de trabajos asalariados
y no asalariados en la actividad minera y combinan estas tareas con las del
hogar. En Perú, es común que las niñas trabajen en bares y restaurantes que
sirven a la comunidad de mineros. Algunas niñas trabajaban hasta 12 horas al día
y desde la edad de 10 ó 12 años (7).
A nivel político, se intenta acallar las voces de protesta
de las organizaciones de mujeres, limitando su desarrollo personal y
comunitario, y limitando su acceso a la justicia. De igual manera se vulneran
los derechos debido a la criminalización y persecución de las acciones de
protestas contra los proyectos (8).
A esto se suman los problemas de salud de toda la población,
el incremento de enfermedades derivadas de la actividad extractiva, cáncer y
malformaciones, y en el caso femenino, abortos espontáneos y prevalencia de
infecciones de transmisión sexual (ITS).
Al respecto el relator especial de la ONU sobre el derecho
de toda persona a la salud declaró: “No son casos aislados se trata de un
problema más amplio… relativo a la intoxicación de niños, la contaminación del
medioambiente y la expulsión ilegal de sus tierras de las comunidades próximas
a los proyectos mineros, extranjeros y nacionales (9).”
De esta manera la vida de la mujer indígena en comunidades
afectadas por la minería se transforma abruptamente, y su rol de veedora de los
saberes tradicionales encuentra nuevas trabas, valores morales y físicos
exógenos que rechazar. Y nuevas formas de sustento familiar. Además de la
inseguridad y la violencia generada en los asentamientos mineros.
—
(1) El 24 de junio de 2011, Petronila Coa Huanca murió
abaleada junto a otros 4 campesinos que también cayeron tras esa violenta
represión en la ciudad de Juliaca (Puno). Había llegado allí desde Lampa, en la
protesta contra la contaminación que la minería informal produjo en los ríos de
Azángaro.
(2) Mairin Iwanka Raya. Mujeres indígenas confrontan la
violencia. Informe complementario al Estudio sobre Violencia contra las Mujeres
del Secretario General de las Naciones Unidas 2006.http://goo.gl/kPXJ4W
(3) Declaración del Relator Especial de las Naciones Unidas
sobre los derechos de los pueblos indígenas, James Anaya, al concluir su visita
al Perú. http://goo.gl/2br1Dt
(4) Informe de Poder Ciudadano sobre la trata de personas en
la Rinconada, Puno.http://goo.gl/euPK1d
(5) La República. Reportaje “Minería y explotación sexual
infantil” http://goo.gl/zUw2h5
(6) Niñas en la minería, invisibles. Artículo publicado en
la Página de la OIT. http://goo.gl/euJGdS
(7) Prensa Rural. http://goo.gl/9Ce4Qv
(8) Declaración del relator especial Relator Especial sobre
el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud
física y mental, en su misión al Perú. Conclusiones en http://goo.gl/8lKHXh
—
Con información de Lucha Indígena, revista cuyo director es
Hugo Blanco Galdós, político peruano, líder campesino. http://goo.gl/NJ7cQH
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