Los mitos de la minería confrontados con la realidad
La primera parte de un trabajo
de síntesis bibliográfica realizado por la trabajadora social Eider Martinez Merino[1] durante el año pasado hace
referencia a los grandes mitos de la minería; “minería y desarrollo
económico”, “minería y empleo” y “minería sustentable”.
Si bien el centro del trabajo
de Eider Martínez es mostrar los impactos diferenciados de género que produce
la minería a gran escala, dada la contundencia de los datos que aquí se
presentan nos pareció importante resumirlos en esta nota.
En casi todos los países en
donde desembarcan las trasnacionales mineras comienzan a escucharse
repetidamente argumentos que luego son respaldados por autoridades estatales y
locales, las propias empresas y por organizaciones financieras internacionales
como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Básicamente éstos se
dedican a resaltar los grandes beneficios económicos y sociales que trae la
minería. A través de los medios de comunicación masiva se implanta la trilogía
del marketing minero: “desarrollo, empleo y sustentabilidad” en el imaginario
colectivo de la sociedad. De hecho, califican como “enemigos del progreso” a
los que cuestionan esta actividad. Debido principalmente a que la minería es
símbolo de riqueza y progreso, “no
podemos ser mendigos sentados sobre un saco de oro” es uno de eslóganes
pro-mineros más utilizados últimamente.
Algunos ejemplos de la realidad dejan al descubierto
estas falacias.
Doe Run Perú es una
de las principales compañías mineras y metalúrgica de los Andes del Perú.
Durante el 2007, Doe Run Perú fue el cuarto mayor exportador del país. Contrario a lo
que se predice en la “visión de la empresa” de Doe Run, la realización de la
actividad minera en La Oroya, una ciudad considerada un polo minero, ha contribuido a que actualmente esté entre
las 10 ciudades más contaminadas del mundo. Sus índices de pobreza,
analfabetismo, son de las más altas de país andino. El 90% de los niños y niñas están intoxicados
con plomo, afectando el desarrollo cognitivo, emocional y físico de ellos y
también de las futuras generaciones de la región.
La riqueza mineral ha sido más una maldición que una
bendición llegando incluso a retrasar el desarrollo nacional y local. Según un
estudio del Banco Mundial de 1994 (si
bien estos datos son relativamente antiguos, ilustran una tendencia que todavía
se mantiene) 12 de los 25 países más dependientes de minerales son “países
pobres altamente endeudados.”
En Bolivia, los departamentos denominados tradicionalmente como
mineros de Potosí y Oruro son las regiones más pobres de Bolivia. En
Oruro, el 70% de la población vive
privada de agua, electricidad y servicios básicos de salud, mientras que en
Potosí, el 80% vive en situación de pobreza extrema.
En Perú se repite la
misma historia; Cerro de Pasco, Moquegua, Huancavelica, Junín, Huaraz y
Cajamarca también son regiones tradicionalmente mineras que se encuentran entre
las regiones más pobres del país. Concretamente
en Cajamarca, en el periodo en la que la comunidad albergaba la mina de oro más
grande de América Latina, los índices de pobreza aumentaron. Actualmente es la
segunda región más pobre del país, con el 77,4% de su población viviendo en la
pobreza y 50,8% en la extrema pobreza.
Otro de los puntos
fuertes del marketing minero es que es una fuente de empleo, sin embargo, esto
no es más que otro de los mitos de la gran minería. La minería metálica a gran
escala representa menos del 0,1% de la Población
Económicamente Activa (PEA) mundial. Hoy
en día, las grandes transnacionales mineras requieren en gran parte de técnicos
muy calificados, más un número reducido de peones mal pagados.
Constatamos que la
minería no ocupa una tasa alta de empleo al observar que los datos demuestran
que hay muy poca relevancia de la minera en cuanto al empleo generado en los
países considerados mineros. En Perú, por ejemplo, la
minería es la actividad que menos contribuye a la generación de empleo: ocupa
apenas el 1,5 de la PEA, contra un 32,7% de la agricultura y un 26% de los
servicios.
En Chile las estadísticas muestran que en el
mismo período de tiempo, entre 1990 y 2004,
mientras los volúmenes de minerales extraídos registraban un crecimiento
promedio del 150%, los puestos de trabajo se redujeron un 50% pasando del 1,34%
en 1990 a sólo el 0,67% de la PEA ocupada por la minería en el país.
Además
es necesario destacar que la minería destruye los empleos existentes al
comprometer mediante sus actividades contaminantes las principales actividades
productivas de la zona, las agropecuarias. Debido a la devastación del paisaje
y destrucción del medio ambiente, tampoco da cabida a futuras actividades
alternativas como el turismo, ecoturismo, agroecología y agroturismo.
Para finalizar, es
necesario mencionar el último logro del marketing minero; el concepto de
“minería sustentable”. Las empresas argumentan que gracias a la “tecnología de
punta”, inventada en las últimas décadas del siglo XX, es posible una minería
“limpia” y “sustentable”. Mencionan que “puede producirse cierto cambio en
el medio ambiente” pero aseguran
que si se aplica la tecnología adecuada, dicho cambio será “armonioso con el
equilibrio natural, con el entorno
paisajístico, como los valores culturales de sus habitantes y fundamentalmente
con la biodiversidad que encierre tal espacio.”[2]
No se puede negar que la tecnología minera ha
progresado; los satélites, los equipos de rayos láser, las grúas de gran
velocidad, camiones del tamaño de una casa y muchos inventos más son elementos
comunes y corrientes en la minería moderna de hoy día. Sin embargo el objetivo
tras el desarrollo de esta tecnología, no era el disminuir los daños al medio
ambiente y crear de esta manera la “minería sustentable”. El objetivo, como
siempre en la lógica minera, es aprovechar yacimientos cada vez más pobres en minerales
y optimizar los beneficios al máximo. De esta manera no se disminuye el impacto
ambiental y mucho menos da como resultado una “minería sustentable”. Unir “minería” y “sustentable” es un sólo término por
definición incongruente.
Resumiendo, la minería, en vez de llevar desarrollo
económico a la comunidad, la empobrece, en vez de crear puestos de trabajo los
destruye y no existe la “minería sustentable”. La minería deja una sociedad y
un medio ambiente contaminado y destruido,
muchas veces de forma irreversible.
De hecho, la minería ha sido históricamente un desastre ecológico,
cultural y económico; es la responsable de la pérdida del sustento de millones
de personas; de la violación generalizada de los derechos humanos; de la
contaminación del medio ambiente; de la escasez y agotamiento de los recursos
naturales de las comunidades; es una de las causas directas y subyacentes más importantes de
deforestación y degradación de los bosques, y está en las raíces de numerosas
guerras civiles y dictaduras.[3]
[1] Eider Martinez Merino es diplomada en Trabajo Social y tiene un
máster en Cooperación al Desarrollo y Gestión Pública y de las ONGs. Acción
Ecológica y Entrepueblos la han acogido durante un año que ha estado en Ecuador
realizando este trabajo de síntesis bibliográfica para la Red Latinoamericana de Mujeres
Defensoras de los Derechos Sociales y Ambientales. El trabajo completo
se pondrá a disposición en nuestra página a la brevedad
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