A dos años, los asesinatos de Bety Cariño
y Jyri Antero Jaakkola y siguen impunes. La situación de violencia, agresión a
los pueblos e impunidad que se vive hoy en nuestro país no tiene precedentes.
Frente a esto hacen falta mujeres como ella, para trabajar desde abajo y con el
corazón.
CARMEN CARIÑO TRUJILLO
Bety, incansable defensora de causas
justas, trabajó durante más de 15 años en la capacitación y acompañamiento a
grupos y comunidades campesinas e indígenas de la región mixteca-triqui en el
estado de Oaxaca. Desde muy pequeña comenzó a amar y conocer el campo de la
mano del abuelo Francisco, mixteco, empeñado en enseñar a la nieta el amor a la
tierra, al terruño. En el pueblo la costumbre era que los hijos mayores, varones,
ayudaran al padre en las labores del campo, Bety nunca se negó a realizar esas
labores, después de asistir a la escuela, regresaba a llevar la comida, a
sembrar, levantar la milpa, abonar la tierra. En alguna ocasión me contó que la
primera vez que ella supo que tenía que luchar porque la tierra fuera de quien
la trabaja, fue un día en el que después de pizcar la mazorca, nuestro padre,
campesino sin tierra, tuvo que dar la mitad de la cosecha al dueño del potrero.
Desde niña, su carisma y facilidad para
relacionarse con la gente la llevó a conformar una organización de niñas
llamada “Las abejas”. Siendo adolecente participaba en las comunidades
eclesiales de base, donde trabajaba por mejores condiciones de vida para la
comunidad y por una iglesia que optara por los pobres.
Migrante, como gran parte del pueblo
mixteco, salió a los 15 años de edad de Chila de las Flores, su pueblo natal,
buscando una oportunidad para continuar sus estudios. Al terminar la
preparatoria consiguió una beca que le permitió realizar una licenciatura en
educación primaria. Fuera se vinculó con organizaciones comunitarias y
barriales, poniendo al servicio de la gente sus conocimientos pedagógicos,
creando escuelas en colonias de migrantes indígenas en el valle de Tehuacán,
indignándose ante la explotación de los trabajadores de la maquila, protestando
junto con las familias que sufren la contaminación de sus aguas por parte de la
empresa Bachoco en Santa María Coapan.
Al concluir la licenciatura Bety regresó
a trabajar en las comunidades. “Me decían tienes que volver”,dijo ella en
alguna ocasión, “primero lo veía como un peso pero en la medida que me
politizaba se volvió un gusto regresar, ahora en CACTUS buscamos que salgan
muchos y muchas a estudiar con la esperanza de regresar”. Por ello, su apuesta por
los y las jóvenes y por su educación fue muy importante. Promovió el área de
educación para la autonomía en la que impulsó la creación de preparatorias
comunitarias indígenas y trabajaba con los y las jóvenes mixtecas para
acompañar su proceso de formación y educación, para abrir brechas para que “al
menos se queden tres años más en sus comunidades y no migren siendo adolecentes
o niños, y tengan conciencia del por qué se van”.
Otra área importante de trabajo fue el de
comunicación indígena que después de la represión a la APPO en 2006 fue muy
importante para luchar por el derecho a la palabra y a la comunicación, así
trabajó arduamente en la conformación de una red de radios comunitarias de la
mixtecam como La voz de las nubes de San Juan Mixtepec; La voz que rompe el
silencio, de San Juan Copala; La voz del monte, de San Sebastián del Monte;
Radio Liberando la Palabra de Tezoatlán de Segura y Luna Oaxaca; La voz de la
libertad de San Pedro Yosotato.
Bety también trabajaba en el impulso de
otras economías, que llamaba economías comunitarias. Para Bety ésta era también
muy importante pues tenía como sujeto central a las mujeres, aunque había
comunidades en las que participaba toda la comunidad, niños, jóvenes, abuelos,
abuelas: “Es muy importante que las comunidades recuperen su economía, y que no
tengan que recurrir a los prestamistas que son los que se aprovechan de las
necesidades de la gente y cobran intereses altísimos que lo que hacen es hundir
aún más la difícil economía de las familias”, afirmaba Bety. “Hemos ido
alimentando esta esperanza caminando con las mujeres de manera muy fuerte,
muchas de las compañeras para participar en los grupos salían corriendo de su
casa, porque se enojaba el esposo y era a escondidas su participación y con el
paso de los años, sus grupos se han ido fortaleciendo, ahora ellos también
apoyan a las mujeres y ven las cajas como un apoyo importante de
autofinanciamiento y una salida en momentos de fuerte necesidad económica o
ante una emergencia”.
La lucha por la equidad de género y por
los derechos de las mujeres también fue muy importante para Bety. Para ella era
fundamental trabajar por que “todos participemos, hombres y mujeres, y que
sobre todo que las mujeres estemos en la parte que tiene que ver con la toma de
decisiones, queremos que cuando se van a decidir cosas importantes podamos
decir nuestra palabra”. Por ello es necesario “que nosotras las mujeres sepamos
qué está pasando y que lo digamos, lo informemos, creo que es parte de este
nuevo papel que nos toca a las mujeres, más allá de la crianza de los hijos más
allá de lo que se nos ha destinado, creo que si lo hacemos no estaremos
traicionando la fuerza de nuestras abuelas que seguro que no querían que
tuviéramos una vida de esclavas. La crianza de nuestros hijos e hijas deberá ir
buscando otro tipo de relación entre hombres y mujeres, es lo que estamos
haciendo con mucho esfuerzo y con nuestras manos y con mucha creatividad y
fuerza de la gente que participa. Muchas veces sacrificando tu misma vida por
algo que quieres hacer como pasar más rato con los hijos y en vez de estar más
tiempo con ellos estás en la reunión con las mujeres, pero es parte de estos
cambios que debes seguir haciendo”.
La defensa del territorio y el cuidado de
la madre tierra, significaba para Bety motivo de preocupación pero sobre todo
de lucha, por ello levantaba la voz contra el creciente acoso de empresas
mineras que “han venido a nuestras tierras a concesionar territorios para poder
explotar el oro, plata, uranio, carbón que hay en nuestra región esto es muy
peligroso porque atenta contra nuestra vida, atenta contra la soberanía y el
derecho al territorio, estamos informando en nuestro pueblo que están firmando
convenios para explotar nuestros territorios”.
Ecologista, defensora de los derechos de
los pueblos indígenas, de las mujeres, de los migrantes, activista en contra de
los megaproyectos que buscan saquear los recursos de nuestra madre tierra;
promotora de la defensa de la milpa y la soberanía alimentaria; participante
comprometida en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, en la
conformación de la APPO-mixteca y en La Coordinadora de Mujeres Oaxaqueñas, en
el Foro Mesoamericano de los pueblos, en la Red Mexicana de Afectados por la
Minería, en la Alianza Mexicana por la Autodeterminación de los Pueblos. Bety
no paraba, hoy podría estar con los compañeros que luchan contra la Minera San
Xavier, mañana solidarizándose con los habitantes de Temacapulín contra la
Presa El Zapotillo o en Guerrero contra la Parota, así tejía como las mixtecas
tejen sus sombreros, las luchas de muchos.
La lucha por una vida digna para todos
era un sueño posible para Bety: “Creemos que podemos construir este otro mundo
con nuestras propias manos y que éste se va haciendo cuando se propone una
educación para la autonomía, una comunicación indígena desde las radios
comunitarias, o cuando se propone recuperar nuestros sistemas autonómicos de
economía de nuestros abuelos que caminaban como arrieros por los pueblos
intercambiando productos, decimos, recuperemos eso porque eso puede ser una
forma de vivir en este mundo”.
El trabajo de Bety no se trataba de una
labor altruista, en el sentido que ofrecer “apoyos” a la gente, sino en la
convicción de que era necesario ejercer en los hechos los derechos humanos
individuales y colectivos reconocidos en la Constitución y en los convenios
internacionales, por ello luchaba y promovía el ejercicio del derecho a la
educación, a una vida digna, a un medio ambiente sano, el derecho a la libre
organización y a la comunicación.
Nada la detuvo, su sensibilidad, coraje,
valentía, compromiso, terquedad y solidaridad, le impidieron quedarse callada
ante las injusticias. Ésa fue la mujer que acompañó la caravana el día 27 de
abril de 2010. Sabedora que desde hacía meses un grupo paramilitar, respaldo
por el gobierno del estado mantenía secuestrado a un pueblo entero.
A dos años los asesinatos de Bety Cariño
y Jyri Jaakkola siguen impunes. El Estado mexicano es y ha sido responsable de
su muerte y de la falta de castigo a los responsables, al incumplir su
obligación de proteger los derechos de los ciudadanos y defensores de derechos
humanos y al no investigar y castigar los crímenes. La impunidad de la que
gozan tanto los asesinos materiales como intelectuales es resultado de la
acción y omisión del Estado mexicano en la medida que obstaculiza la justicia,
no realiza las investigaciones correspondientes, desecha y desparece pruebas,
manipula la información y niega la protección a los testigos.
La situación de violencia e impunidad que
se vive hoy en nuestro país, la agresión a los pueblos y territorios y todo lo
que esto significa posiblemente no tenga precedentes. Frente a esto hacen falta
mujeres como Bety con esa fuerza, compromiso, energía y creatividad para
trabajar desde abajo y con el corazón. Por ello no olvidamos y a dos años de su
siembra reafirmamos que sus ideales siguen vivos, que como semilla sigue
naciendo y alimentando con fuerza la lucha de muchos y muchas.
¡En la medida que ellos sigan apostando
por la muerte, nosotros seguiremos apostando por la vida!
(El 27 de abril de 2010, hace ya dos
años, una Caravana humanitaria conformada por periodistas, y defensores de
derechos humanos, salían rumbo a la región triqui del Estado de Oaxaca, con la
finalidad de recoger los testimonios sobre la situación, que desde meses atrás,
las autoridades del Municipio Autónomo de San Juan Copala denunciaban sobre
sobre el cerco paramilitar que la Unidad para el Bienestar Social de la Región
Triqui (Ubisort) y el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui- Partido Unidad
Popular (MULT-PUP) tendían a mujeres y hombres, niños, jovenes, ancianos
integrantes del MASJC. A escasos kilómetros para llegar a su destino, en la
comunidad La Sabana, la Caravana fue emboscada, en medio de una lluvia de balas
de alto calibre, algunos de los integrantes del convoy humanitario lograron
escapar, otros permanecieron heridos y escondidos en el monte por más de 72
horas, dos de ellos, fueron alcanzados por las balas, Jyri Antero Jaakkola y Bety Cariño Trujillo. Esta noticia
desgarró nuestros corazones, y marcó también un terrible precedente en la
historia de nuestro país, al ser emboscada una caravana pacífica que
proporcionaría ayuda humanitaria a las aproximadamente 700 personas que desde
hacía cinco meses se encontraban bajo el acecho paramilitar)