22 de diciembre de 2011
Resistencia en Cajamarca-Perú
A finales del 2011 la empresa Minera Yanacocha pretende destruir las fuentes naturales de agua en Cajamarca - Perú. Este video es en homenaje a ese pueblo que se mantiene de pie en defensa de la vida.
LA EXCLUSIÓN DE LAS MUJERES - CAJAMARCA - PERÚ
Por: Patricia Rojas Caro
GRUFIDES
Cuando se habla de la minería, de los beneficios económicos o de los impactos negativos que ésta produce en la población, casi nunca nos preguntamos cuánto de esos beneficios, o de sus impactos, son recibidos por las mujeres que habitan en el entorno de las operaciones mineras y, además, en qué medida las afecta. A la vez, y por el contrario, se puede apreciar que una gran cantidad de personas que lideran y participan de las muy variadas movilizaciones, de los movimientos y organizaciones sociales ambientales, de defensa de derechos y de desarrollo son mujeres.
Sabemos que la minería es aún una actividad tradicionalmente masculina. En los países andinos, nunca en la mente de los mineros ha estado la idea de que una mujer pudiera siquiera entrar en los socavones y, mucho menos, trabajar en ellos. La razones de tal exclusión se refieren a varios aspectos: como por ejemplo la creencia que si una mujer entra a un socavón, la montaña se disgusta y un trabajador varón podría morir; también que el trabajo en mina no está entre los roles que la sociedad -tradicionalmente machista- le ha asignado a las mujeres y que la minería, especialmente la de pequeña escala, necesita de personas con alto nivel de fuerza física.
La minería moderna, de grandes máquinas de acarreo y alta tecnología, proclama que no excluye a la mujer en el trabajo directo de minado. Un ejemplo de ello es Yanacocha, la mina de oro más grande de Latinoamérica ubicada en el departamento de Cajamarca, que muestra como uno de sus mayores logros la incorporación de las mujeres en el área operativa de extracción del mineral. Por supuesto en este tipo de hacer minería, que es generalmente a cielo abierto y destruye montañas, las tradiciones orales de ingenieros y obreros sobre el trabajo de la mujer en socavones se han anulado, ello ha ayudado a que algunos de estos puestos de trabajo puedan ser ocupados por el género femenino.
Pero cabe resaltar que estas mujeres son generalmente de las ciudades, de un extracto social medio, con un nivel de educación que les permite luego ser capacitadas para conducir las grandes maquinarias y además provienen de un entorno social en el que está menos criticado el trabajo de la mujer fuera de las actividades propias del hogar y los hijos. Por el contrario, las mujeres del campo, las que son directamente impactadas por la actividad minera, casi no tienen posibilidades para acceder a un puesto laboral en la mina con sueldos apropiados y con beneficios laborales.
Aunque Minera Yanacocha dice promover la inclusión de la mujer rural en su actividad a través del trabajo en joyas1, el programa que capacita a las mujeres para ser joyeras es criticado por las propias beneficiarias. Ellas se quejan de que el programa no cumple con sus expectativas y que la joyería les resulta ser una actividad totalmente desconocida. Una mujer rural cercana a la zona de minado de Yanacocha decía:
“No hay apoyo para que las mujeres trabajen en joyería, tantas cadenas, muchas personas; no pagan, y dicen que está mal hecho…”, y otra mencionó: “a mí no me gusta la joyería, fui al programa porque ya no tenemos tierras para trabajar, ni animales para criar; mi esposo estuvo contratado por la empresa pero ya no, no hay plata y mis hijos necesitan comer…pero no puedo hacer las joyas, son muy difíciles para mis manos”.
Pero la exclusión de las mujeres no sólo está en el tema laboral minero. Cuando se hablan de los impactos ambientales y sociales de la minería, por ejemplo en los estudios de impacto ambiental, ni las empresas ni los gobiernos analizan detalladamente los impactos y sus mecanismos de mitigación diferenciados por género. En la realidad, lo que se está dejando de lado es que las mujeres del campo son sujetos válidos de derechos, que su opinión es importante y que deben ser escuchadas y consultadas. No existe ni una sola experiencia de alguna empresa minera que haya hecho un estudio serio que visualice los temores y expectativas de las mujeres frente a un nuevo proyecto minero. Tampoco las políticas y la legislación sobre participación ciudadana tienen lineamientos y mecanismos de desarrollo con enfoque de género. Así, la mujer queda relegada de participar en la toma de decisiones de su comunidad y limitada para ejercer sus derechos ciudadanos.
LAS MUJERES QUEREMOS PARTICIPAR
“Las mujeres queremos participar!” nos decían las señoras cuando pidieron a la ONG GRUFIDES realizar un taller sobre defensa de derechos en el Centro Poblado Menor de Quilish 38, zona de influencia minera directa de Yanacocha,
“pero no queremos que en este taller hayan hombres... ellos no nos llevan a sus reuniones, pero nosotras tenemos nuestra organización que es el vaso de leche y nos reunimos todos los sábados en las mañanas, ahora mismo vamos para allá, somos como 35 mujeres, ¿ustedes podrían venir el próximo sábado para enterarnos de las cosas? nosotras también queremos conocer y participar...”.
Claramente se nota que la exclusión de las mujeres no sólo viene desde las empresas y de los gobiernos, también desde su propio entorno social en el que existen elementos machistas aún enraizados.
Pero las cosas también van cambiando, las mujeres buscan su inclusión y marcan su posición por la defensa del agua y la vida. En el desarrollo del taller, las mujeres reconocieron que tenían derechos igual que los hombres:
“...las mujeres tenemos los mismos derechos, pero no podemos hablar...”, “antes los hombres no querían que nosotras nos reunamos y aprendamos pero ahora nosotras nos imponemos y no dejamos que nos prohíban cosas”, “lo importante es que sepamos nuestros derechos porque a veces nos dejamos hacer cualquier cosa y no sabemos que eso está mal y que nuestro derecho es reclamar”.
Las mujeres participaron activamente de todo el taller, contaron sus experiencias con la mina, expusieron sus miedos y temores de los impactos de la actividad minera y dieron sus opiniones sobre Yanacocha:
“Un día nos llevaron a la mina, dicen que para que conozcamos y veamos que no contaminan, nos pusieron un casco y nuestros lentes, nos hicieron entrar a ver una laguna verde donde estaba nadando un patito, pobre patito! seguro … lo cambian todos los días. Luego… a un guachimán le dijeron que tome un agua marrón… para que nos demuestre que el agua no mata, después nos preguntaron si queríamos que se explote el Quilish, nosotros dijimos que NO y por eso nos quitaron los cascos que nos habían regalado...”. “ahora con la mina ya no hay tranquilidad, tenemos que cuidar nuestros terrenos para que no entren, además siempre vienen a convencernos de que les vendamos nuestras tierras...”, “Ya no hay agua suficiente, nuestros canales traen poquita agua...”,
Además, se sienten burladas y manipuladas:
“A veces viene una señorita de la mina a ‘engañarnos’ con títeres, se burlan de nosotros porque nos enseñan muñequitos hablando diciéndonos que la mina es buena y que debemos permitir que se explote el Quilish, pero nosotras no creemos, la próxima vez que venga la vamos a correr”, “Nos dividen, a algunos les dan empresas y a otros nada y ahí vienen los problemas en la comunidad…”.
MUJERES Y CONFLICTOS
Los conflictos relacionados con la minería se han incrementado increíblemente en los últimos años. La participación de las mujeres en estos conflictos también es un tema poco explorado. La mujer percibe y enfrenta el conflicto de manera diferente que el varón; ellas se defienden ante quien sea y como sea cuando ven que la vida de su familia está en peligro. Así lo demuestra la señora Juana Yopla de la comunidad de La Apalina cuando en junio del 2003 se enfrento a la policía con sus propios puños por defender a su esposo quien estaba siendo agredido por éstos últimos. La Apalina está ubicada en las inmediaciones del proyecto minero La Quinua de la empresa minera Yanacocha, por su cercanía la comunidad ha tenido muchos problemas con la empresa. Cuando doña Juana vio que la policía agredía físcamente a su esposo Pelayo Valdivia, ella con su hija de seis meses en brazos lo defendió con vehemencia, este hecho le costó a doña Juana su detención y junto con su bebé pasó un día y una noche en una celda de Seguridad del Estado en la ciudad de Cajamarca. Doña Juana fue liberada luego de la intervención de GRUFIDES que presentó una queja formal ante una juez. En su manifestación con la policía doña Juana dijo:
”estamos cansados que la mina haga lo que quiera, que nos mate a nuestros animales, que asuste a nuestros hijos y animales cuando el helicóptero rojo vuela muy cerquita a nosotros... cuando yo vi que a mi esposo lo querían matar por culpa de la mina, yo tenía que defenderlo... la mina nos ha traído sólo desgracias...”
Uno de los mayores temores de las mujeres es que el agua que beben, con la que preparan los alimentos para sus hijos y con la que riegan sus cultivos se vea afectada por la actividad minera. Cuando la empresa Yanacocha iniciaba trabajos en el Cerro Quilish2, las mujeres decían:
“Si se explota el Quilish ya no vamos a tener agua… van a contaminar la que tenemos”, “… nosotras vamos a oponernos y vamos a salir a luchar, incluso estamos dispuestas a morir” (Quilish 38, Agosto, 2004).
En el conflicto del Quilish (setiembre 2004), las mujeres se organizaron, participaron en las protestas, se mantuvieron los 17 días en la carretera preparando la comida, mañana, tarde y noche para todos los manifestantes, ellas se turnaban para ir a sus casas y asear a los hijos y luego regresaban trayendo algo de leña y comida. Las mujeres se sentían orgullosas de estar luchando por la defensa de su agua.
Muchas veces, en los conflictos las mujeres intervienen directamente cuando ven que no hay posibilidades de llegar a acuerdos. En diciembre del 2005, los líderes de las comunidades impactadas por las actividades de Minera Yanacocha, solicitaron a la Municipalidad Provincial de Cajamarca se haga una visita a los cerros Mote Mote y Pabellón en la zona denominada La Quinua, lugar donde la empresa minera estaba realizando trabajos de expansión de la cancha de lixiviación. La delegación tenía como objetivo identificar el límite de la Ordenanza Municipal 0123.
La visita fue un tanto difícil, hubo muchas discusiones entre los representantes de Yanacocha, los de la Municipalidad Provincial de Cajamarca, los líderes campesinos y el equipo técnico de GRUFIDES. Los funcionarios de la Municipalidad, en acuerdo con los funcionarios de la mina, dijeron que la inspección solo se hiciera con una pequeña comitiva de la que quedaban excluidas las mujeres. Éstas inmediatamente reclamaron y se aprestaron a participar en todo el proceso reclamando y levantando su voz. En el momento más álgido de la discusión, cuando los funcionarios de la mina y de la municipalidad desacreditaban mi opinión (yo participaba como responsable del equipo técnico de GRUFIDES) las mujeres que habían estado sentadas a un costado tejiendo, se pararon y dijeron:
“es el momento que las mujeres intervengamos, les vamos a dar su maja a estos mineros porque no podemos permitir que le estén gritando a la ingeniero de GRUFIDES que ha venido a ayudarnos, que se retiren lo hombres que es ahora que nosotras vamos a intervenir...”
Las mujeres se pararon y con piedras en la mano y chicotes empezaron a los funcionarios municipales y a los gerentes de la mina. De no mediar el equipo de GRUFIDES, los funcionarios de la municipalidad y de la mina habrían recibido una golpiza. Convenientemente, las cosas se calmaron cuando las mujeres de mutuo propio decidieron reanudar las conversaciones.
En muchos conflictos son las mujeres que, cansadas de esperar soluciones, y al no encontrarlas, inician actos de enfrentamiento que pueden causar daño físico a sus opositores y éstos a ellas mismas. En la crisis del Quilish incluso adolescentes mujeres fueron detenidas por la policía, reducidas físicamente, vendadas de los ojos y luego transportadas en helicóptero a la base militar de Cajamarca.
Hay que entender que incluir a las mujeres no sólo significa entrenarlas para ser productivas o funcionales a una actividad puntual, sino que es necesario generar liderazgos y fortalecer sus capacidades. El tiempo en que a las mujeres de los entornos mineros se las “compraba” con regalos para los niños, comida o actividades “propias de mujeres” (costura, cocina, etc.) parece haber llegado a su fin. Los conflictos mineros dejan al descubierto también los conflictos que se gestan cuando se excluye a las mujeres de la toma de decisiones, cuando no se reconoce su liderazgo y rol activo en los procesos de representación y negociación.
Hoy por hoy, las protestas campesinas tienen en las mujeres de Cajamarca una de sus fuerzas más dinámicas, más enérgicas y acaso más lúcidas para defender la vida y el agua, ambas amenazadas por la actividad extractiva. La feminidad rural, experta en cuidar la tierra, los hijos y los animales, se va abriendo paso lentamente al ejercicio de la igualdad de derechos frente a los poderes masculinizados, policiales, mineros y familiares.
Notas de pie de página:
1 Proyecto Centro de Innovación tecnológica “CITE Koriwasi”
2 El Cerro Quilish se ubica en la naciente de los ríos Grande y Porcón, ambos ríos tienen agua todo el año. En este cerro hay varios manantiales de agua que abastecen a las comunidades cercanas. Además, el Cerro Quilish tiene más de 3.7 millones de onzas de oro.
3 Ordenanza Municipal 012-2000 emitida por la Municipalidad Provincial de Cajamarca para proteger las cuencas del Río Grande y Porcón, especialmente el Cerro Quilish de las actividades mineras
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